Sencillamente, para recordar esos datos que tanto nos gustan...
Ahora voy a ver el de 2017 para comparar...
^_^
Me siento contento de haber podido maximizar mis escasas fuerzas y, sabiendo que en la última subida poco puedo hacer, trato de tirar a tope antes de su comienzo entrando en cabeza del grupo, por desgracia había alguien por delante (ni me enteré). Sufro lo que puedo dejando ir las mejores ruedas y llego con varios compañeros sin ganas de sprint. Me sobra. Me voy rápido a casa para no enfriarme pero contento, la verdad. Una lástima que Victor Castro no pudiera repetir victoria pero se hizo lo que se pudo.
La primera ascensión es el Portillo de la Sía. Perfecta para calentar motores, con una primera parte de curvas y sombra de hayas preciosa, nos va elevando para ofrecer más adelante buenas vistas del valle. Ni muy largo ni muy duro, se disfruta pese al viento. Por desgracia, al coronar me topo con otro paisaje típico pasiego.Como dicen los versos del poeta Gerardo Diego, de origen cántabro, que se pueden leer en el mirador:
Realmente duro. Agobiante. Doloroso. Como un mazo te golpea el primer kilómetro serio al 13%. Si no hubiera esos descansos y pequeñas bajadas... Me acuerdo mucho de la etapa de la vuelta del año pasado, recuerdo los sonidos y la emoción vivida en ese mismo lugar, sufriendo esa misma niebla...
También recuerdo la bajada... con esas pendientes, mojado y menos abrigado que el año pasado... En fin. Pronto volvemos a subir. Se lleva mejor. Al principio. La niebla al comenzar la Lunada es meona y se me quitan las ganas de cualquier esmero. Pero al subir despacio se hace eterno. No pasan coches, no veo más allá del borde de la carretera... puff, cada vez más frío y voy subiendo. Veremos al bajar... Encima la carretera, bastante irregular, se llena de obstáculos con cuernos... Con todo el monte para ellas y tienen que meterse a la carretera... Menudo rebaño de cabronas... digo cabras... Me da hasta por hacer un vídeoblog...
Lo bueno de hacer este blog es tener algo más que recuerdos... De la carrera de Hervás del año pasado tengo eso, fotos (como la del cartel de 2018 que tomó Virginia...) y datos. Al repetir este año y ser un circuito la comparación de los datos generales y por vuelta es muy interesante.
Salida con el mismo calor, algo de aire que iría en aumento y un pelotón, que dijeron, de unas 160 unidades contando todas las categorías. Parece mentira que con tanta gente se acabe tan rápido en las últimas posiciones... eso sí, volver a cabeza cuesta siempre lo mismo, una vida.
Antes de la llegada de los Master 50, 60 y Feminas, que se quedaban en la sexta vuelta, trato de volver delante para evitar sustos pero me resulta muy difícil. Paso un par de bajadas de agobio, no dan los pedales para ir a más de 70 km/h y parece que no van a parar nunca, así no hay quien recupere algo. Pero entonces por fin parece que aflojamos, también se nota que somos menos unidades y me consigo poner en las primeras posiciones de nuevo. Toca echar los dados... bueno, esta vez no realmente. Veo despegar un par de aviones por la izquierda y ni me lo pienso, el tercer avión también despega pero lo veo más accesible y además veo a la gente va muy nerviosa, pienso que ahora o nunca.
Calentón sobre calentón. No llego. Me atrapan varios, me trato de colar y algunos cazan, otros no terminamos de cerrar el hueco. Hemos roto el pelotón pero la cabeza está lejos. Recordando el apretón del año pasado en la última vuelta trato de hacer lo contrario y me guardo un punto. Diría que con mejor resultado o mejores piernas llego al sprint de mi grupo. Nada más acabar tengo la misma sensación que ahora viendo los datos. Se me ha pasado volando. Muy rápido.
Segundo puerto, Ordino. Este es el puerto más normal respecto a pendiente, así que a ritmo desde el principio mirando pulso, cojo buena rueda, charleta y aunque un poco más forzado de lo que quería al final de puerto coronamos y llegamos al primer avituallamiento. Parada tranquila pero sin perder tiempo pensando acabar pronto para evitar algo de calor y no retrasar la vuelta a casa.
Ahora sí, empieza puerto. Gas. Voy a menos pulso que en el apretón con Purito pero el cansancio se nota. No conozco el puerto (no conocía ninguno realmente) y voy con algo de miedo, tengo que levantarme para cambiar de postura a menudo pero me anima ir adelantando gente, uno de ellos el colega de la Gallina. También saludo a uno con el culote de Calatayud y hablamos de la carrera de allí, mientras saco un gel y veo que quedan solo 4 kilómetros, ahora sí que a tope. Las piernas duelen de una manera pesada, dura. Pero funcionan, disfruto... hasta que oigo un pinchazo, otra vez la rueda trasera, esta vez rápido, en unos metros está sin aire. No me lo creo, maldigo, solo quedan 3 kilómetros... aguanto uno sin levantarme pero es inútil, me rindo. No puedo ni quitar la rueda entre el sudor de las manos y el cansancio. Por suerte baja una furgo que se ofrece a ayudarme. No me quita el disgusto pero desde aquí mi agradecimiento por el buen trato y la profesionalidad al chico de Motocard, cuando vuelva por Andorra no se me olvidará.
Arranco con todo pero ya da igual. Vuelvo a coger al compañero (Javi) y tiene mala cara, así que freno y trato de quitarle al menos el aire y animarle. Terminamos juntos. Nos hacemos fotos y nos separamos en la cola de los bocatas, yo no me espero. Se está poniendo feo. Así que sin comer me pongo a bajar mientras comienzan a caer gotas, goterones y al final una tormenta. Me da rabia porque me cruzo con Fugitive, con Rubén y Joaquín, con Jose Higinio... pero voy helado y no paro, me hubiera encantado subir un poco con ellos y charlar pero bueno. Tengo que parar varias veces porque me canso hasta de frenar. Veo varias caídas. Espero que se quedaran en lo menos.
Al llegar a la zona más alta sopla el aire de costado y la carretera recta sigue incitando a las arrancas para posicionarse de cara a la bajada, que como bien avisaron en la salida tenía su miga, e iba a ser importante. No entro mal pero me cuesta adelantar a la gente que frena de más, y se van creando huecos. Algunos tramos cambiaban el asfalto por el hormigón y al final la organización te avisa de la peligrosidad de las últimas curvas y el cruce para cambiar de carretera. Parece que ahí conecto pero al arrancar veo que se han cortado y sigue picando para abajo. Pulso por la nubes. Aire a favor o en mi contra diría... El caso es que conecto con el grupo principal cuando se empieza a subir y con un calentón doble, el del esfuerzo y el del calor. Los 35 grados revotaban en el asfalto y al reducir bruscamente la velocidad, y encima con aire a favor, mi sensación fue de arder como una cerilla.
Preparados, listos... YA!!
Mi intención hoy es de hacer un buen entreno, a ver cuantas vueltas aguanto... aun así salgo lo más rápido que puedo para entrar bien en las primeras rotondas. Aguanto media vuelta y acabo cayendo a cola del pelotón, que se estira y se rompe en cada arrancada. En varios momentos veo roces y maniobras algo bruscas que por suerte no terminaron con ninguno en el suelo pero el miedo al verlo delante hace que apriete un poco más el freno. También acabo sufriendo alguno de esos "toques" pero ninguno de los dos nos ponemos nerviosos y seguimos sin más.
La arrancada, como era de esperar, se atraviesa un poco. Por suerte creo que no solo a mi, y poco a poco me voy acoplando en las posiciones de cola. En el primer giro después de meta veo como se le va la rueda delantera a un compañero y "prueba" el suelo... Habrá que tener cuidado ahí en la siguiente. Me conformo con ir a cola. Además cada vez se va más estirado y quedamos menos corredores. Así llegamos a la última vuelta, con más tensión, pero sin problemas para ver el sprint (de lejos claro).
Después de haber sufrido en múltiples ocasiones, desde 2010, las inclemencias meteorológicas de esta zona de pirineos, por fin, este otoño tuve ocasión de subir el Aubisque desde Laruns. Sí, ya sé que esta foto no cuadra pero es de las pocas que tengo de mi primer contacto con los grandes clásicos, justo un día después de intentar subir el Aubisque...
Todo un lujo esta corta subida al Lac de Bious Artigues. Carretera estrecha, sin líneas, en perfecto estado, rodeada de un tupido hayedo y al lado de un entretenido río. Vamos, una pasada. Al principio se deja subir alegre, sin tráfico, pero poco a poco llegan duras rampas que te hacen levantarte del sillín. A medida que va clareando el bosque nos encontramos unas curvas de herradura entrelazadas y llegamos a una hoya donde aparcan los vehículos. Hay una valla abierta así que subimos a ver que queda. Pues el lago, claro. Junto a otro aparcamiento se encuentra el lago que da nombre ha esta subida. No hay que andar más de 2 metros para estar en su orilla y disfrutar de unas vistas fantásticas.
Tuve la suerte de poder quitarme ropa para afrontar la subida, aunque en la primera parte que es sombría tuve que apretar para entrar en calor. Los primeros kilómetros me dediqué a recordad aquel año 2010: aquí me paró la policía, aquí fui andando, aquí me volvía montar, aquí me volvieron a parar... aquí empezó a bajar la caravana del Tour y aquí me quedé para ver pasar la carrera.
Al coronar no pude evitar acordarme de la primera vez que lo subí por la otra cara con mi amigo Lorenzo, entre la niebla y la lluvia. Que imágenes tan distintas, pero tan brutales las dos.
Así que os dejo con los datos de Strava, la foto de este año y la de 2014 coronando por el otro lado y para mi recuerdo un vídeo homenaje de aquella transpirenaica tan especial.
Las dos primeras vueltas se pasan en un suspiro, se hace el corte al final de la subida, al girar veo a un compañero en el suelo (vaya Patricio, que mala suerte) y en la recta la cosa no pinta bien. El corte lo confirmo después de la bajada, en ese primer tramo que asciende levemente y que se pasa a mil. Que mal lo paso ahí. Alguna vuelta más vemos corredores delante y confirmo que ya no cazamos. El resto de las vueltas "simplemente" trato de no perder ni la concentración ni mucho tiempo en la bajada.