28 de junio de 2017

CRÓNICA I TROFEO MASTER MEMORIAL ISMAEL SAEZ, TIÑOSILLOS 2017

Pues otra vez aquí, en la primera del año (en junio), arrastrando el miedo a correr después del "tropiezo", y además, en un recorrido llano, esta vez sin lluvia, pero muy parecido al de Arévalo del año pasado (una crónica de 15 km que nunca haré). Antes de empezar nos llevamos un disgusto. También iba a ser el regreso de mi compañero, Victor Castro, pero por un problema con la inscripción (no por falta de plazas precisamente) no le dejan participar y se marcha para casa. Increíble.

Calor, esa era la palabra más repetida en la salida, sin duda. Con un pelotón inferior a los 100 corredores se pasaba de primero a último en un abrir y cerrar de ojos (al menos en mi caso) y al ser un recorrido llano y sin aire importante, la chispa (o la dureza) la debían aportar los corredores. Así que, citando el buen resumen del compañero de Ciclismo Master: Aquello parecía una batucada, palo va, palo viene, con el pelotón haciendo las veces de tambor. 

Las fuerzas de salida estaban muy igualadas y, para no variar, sufro mucho en los primeros compases, pienso que me voy a quedar en el siguiente látigo o en próximo paso por un pueblo. Como siempre los favoritos están muy vigilados por el pelotón, voces y arrancadas van unidas. Así pasan los kilómetros, con mucha tensión y lucha por saltar en el momento preciso, tras la rueda buena. Creo que voy más concentrado que nunca, tratando de no quedarme atrás voy viendo como mi pulso se va asentando. Se pasa la meta volante y aprovecho el momento para asomar la cabeza e intentar colarme en alguna aventura. Menudo calentón. No se hace hueco. Toca guardar, recuperar.

Por un rato pienso que me he cebado y que lo acabaré pagando. Tanto es así que en el premio de montaña (el único repecho del día) voy penando a cola del grupo mientras se forma la primera escapada seria. Esto hace que el Getafe (sin nadie en la fuga) aumente el ritmo y se estire el pelotón. La pelea por evitar el aire en la cara no deja respirar y poco antes del nuevo paso por la meta volante veo demasiada tensión y acabo en cola. Parece que se neutraliza la escapada. Hay un parón y vuelta a empezar. Pero no todo es igual.

Llevamos más de una hora de carrera y parece que ya muchos se conforman con llegar. Sin darme cuenta estoy otra vez asomando el hocico. Tras varias arrancadas, otro ciclista saca unos metros y con la complicidad de un compañero que me anima, vuelvo a saltar. Miro a mi espalda y esta vez tengo permiso. Ahora sí aprieto los dientes y alcanzo al otro corredor. Por detrás nos alcanza un tercero.

Veo la escapada buena a lo lejos. La verdad es que me da igual. No pienso en cazar. Ni en ganar nada. Solo pienso en ver hasta donde puedo llegar. El llano no es lo mio pero no me guardo ni un céntimo. Sé que antes del repecho habrá parón. Aprieto más, más. Creo que no voy ni a poder coronarlo. Por detrás se nos unen varios corredores. Acabamos siendo 6. Voy fundido. Sin agua. Con miedo a mirar atrás. Además comienzan los palos entre nosotros y no me queda nada, solo agonía. Por un momento creo que el pueblo que tenemos delante es el de meta, pero no. Aun queda. Esa sí que es la meta. Y eso que me pasa por ambos lados es el pelotón. Vaya, por que poco.

En definitiva, una carrera muy abierta y divertida. Buena organización y buen ambiente. La mejor manera que se me ocurre para volver a saludar a los compañeros de fatigas y pasar una mañana de ciclismo.

Se me olvidaba, aquí dejo mis datos de Strava.

No hay comentarios:

Publicar un comentario